La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) señala que es una desagradable experiencia sensitiva y emocional que se asocia a una lesión real o potencial de los tejidos. Dicha experiencia es siempre “subjetiva”, de tal modo que debemos admitir y creer que la intensidad del dolor es la que el paciente exprese .
Todo ser humano desde que nace y a lo largo de la vida puede tener diversas experiencias dolorosas, tanto como individuos sanos, como enfermos curables o incurables. Ha afectado a la humanidad desde sus orígenes.
Señalaba Aristóteles que el dolor trastorna y destruye la naturaleza de la persona que lo soporta. El dolor además disminuye siempre la calidad de vida de quien lo sufre. La vivencia dolorosa consta de dos experiencias subjetivas y simultáneas:
1.-Dimensión senso-discriminativa, cualidades sensoriales del dolor, elemento básico de la sensación dolorosa, permite precisar localización, intensidad y modificación temporal y su capacidad de soportarla (Algognosia).
2.- Dimensión afectivo-emocional (umbral de dolor) que se representa con carácter desagradable, en ésta confluyen, entre otros, deseos, temores, angustias (Algotimia); tiene un sustrato morfofuncional en el Sistema Nervioso Central. Desencadena modificaciones motoras, posturales o hábitos que conduciría a rechazar la sensación dolorosa .
Una persona con dolor se encuentra ante una situación muy negativa por el dolor en sí, así como por el impacto personal, familiar, social y laboral que tiene. En primer lugar cabe recordar y destacar que el dolor es una actividad perceptiva. Como toda actividad perceptiva depende del grado de atención prestado a ella y referido a las características sensoriales de la estimulación, intensidad de esta, factores asociados, etc. En segundo lugar, el dolor como resultado de un conjunto de actividades biológicas y fisiológicas tiene su propio sistema de autorregulación natural. Dicho sistema de modulación nociceptiva, a cargo fundamentalmente de sustancias como los opiáceos endógenos y monoaminas, como la serotonina, está a su vez en directa relación con el sustrato neuroquímico de las emociones. Por tanto, las emociones pueden favorecer o dificultar el sistema natural de regulación o modulación del dolor.
Las emociones más directamente relacionadas con el dolor son el miedo y la tristeza, y llevan a un conjunto de cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales que pueden caracterizarse clínicamente con los rótulos de ansiedad y depresión. Tanto la ansiedad como la depresión producen un agravamiento en el problema del dolor. Este agravamiento se ve producido, principalmente, por la actitud pasiva, la reducción de la actividad general, la adopción del rol de enfermo, de incapacitado, etc. Todos estos cambios afectan negativamente al paciente en general, y también dificulta seriamente la solución del problema del dolor.
Este agravamiento se ve producido, principalmente, por la actitud pasiva, la reducción de la actividad general, la adopción del rol de enfermo, de incapacitado, etc. Todos estos cambios afectan negativamente al paciente en general, y también dificulta seriamente la solución del problema del dolor. Otra emoción que suele estar asociada a la valoración cognitiva del dolor, y a la que se le ha prestado menor atención es la ira.
Muy buena información, me gustó bastante el blog
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